El roble o
melojo, (Quercus pyrenaica. Wild. 1805), es el árbol
representativo de la familia de los Fagáceas, en nuestra sierra. Su
distribución en toda la cuerda del sistema central permite que disfrutemos del
robledal en muchas de las sendas establecidas al efecto. Al melojo lo vamos a
poder encontrar a partir de los 800 metros aproximadamente llegando incluso a
llegar a los 1600 metros
de altitud, a estas alturas ya se va mezclando con el pinar y en la parte más
descendente de su distribución con el encinar.
Como árbol
caduco, tiene un comportamiento marcescente, o lo que es lo mismo, la caída de
la hoja se produce en la primavera con el nacimiento de las nuevas. Esta hoja
característica con forma lobulada y gran tamaño se presenta con un aspecto
aterciopelado por la presencia de pilosidades tanto en el haz como en su envés.
De color verde oscuro en el haz y claro en el envés, se torna a pardo en el
otoño, dando el aspecto de haberse secado. Las flores que aparecen en el mismo
árbol, tanto las masculinas en forma de amentos como las femeninas solitarias o
en grupos de tres o cuatro naciendo en las axilas de las hojas del año
anterior, permitían la formación del fruto del roble, la bellota, de aspecto
más globosa y más grande que la de la encina, pero que a diferencia de esta
presenta una pulpa amarga al gusto, lo que la hace prácticamente incomestible
para nosotros pero no para el ganado, que aprovecha este recurso en el otoño
con su caída.
En alguna
ocasión, algunos de nuestros acompañantes en las sendas guiadas por las rutas
ofertadas, han notado la presencia de un “fruto”, de aspecto globoso, como una
pelota de ping-pong, y una corona de unas protuberancias en forma de espinas y
siempre de color amarronada, confundiéndolo con el fruto del roble. Por regla
general este “fruto”, se suele encontrar pegado en las ramas, pero cuando hemos
tenido la oportunidad de coger alguno para mostrar lo que es en realidad, las
caras de los visitantes iban cambiando a medida que íbamos dando la
explicación.
En realidad
estos “frutos”, no son tales, se trata de una formación que produce el árbol,
denominado “agalla”, o gallaron o agallarón, o abogalla, depende de las zonas
cámbia el nombre, pero todas las acepciones significan lo mismo, se trata
de algo que produce el roble para envolver la puesta de un huevo de avispa, en
este caso, la avispa del roble, porque el árbol considera que se trata de una
amenaza para él, por lo que forma una especie de envoltura para evitar una posible
lesión. A la vez el huevo de la avispa sale beneficiado porque se va a ver
protegido durante su desarrollo hasta la fase de larva momento en el que hará
un agujero en la agalla para poder salir y terminar su metamorfosis, por este
motivo nos podemos encontrar agallas con agujero, en las que la larva de la
avispa ya ha salido, y agallas sin agujero en las que la larva todavía se
encuentra en el interior.
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